Una fuente casi enciclopédica, cual libro sagrado o manual de instrucciones, para conocer las bases y pormenores de aquello desde ahora conocido como "paubalismo" y que a su vez engloba otros términos populares, archiconocidos y de dominio público como "paubalafilmfestivalismo" u otros que tengan, como requisito fundamental, a mi persona como referente estético, conceptual o etimológico.
26.7.08
7.7.08
Lo cierto es que es ahora cuando realmente uno nota como el tiempo es corto y como, más rápido de lo deseable, se hace cada vez más escaso. Como el tiempo es absolutamente inaprovechable. Uno nota la propia incapacidad crónica de remediar una enfermedad que arrastra desde el momento en que vió la luz. Uno es capaz de sentir cada segundo goteando incesante, más rápido de lo que debería durar un segundo. Uno siente como las paredes se van estrechando. Ahora uno, al menos, es consciente de que los buenos momentos ya no parecen tales. Los buenos momentos son ahora una pérdida de tiempo al encontrarse con una exigencia demasiado grande, demasiado estúpida. Los proyectos van a quedarse en eso, proyectos. Los pocos que consigan materializarse cruzando esa especie de campo de tedio y desidia siempre van a ser una mierda. Uno se da cuenta de lo vasta que es la vida, y también de la enorme gilipollez que es pensar tal cosa. Uno se da cuenta de la enorme farsa plástica y artificial en la que la vida cobra algún tipo de sentido, aunque sea en forma de espejismo. Uno desea conmocionar al mundo y no puede. Uno se da cuenta de que hace tiempo se olvidó de aprender. Uno se cerciora de que hace tiempo que perdió aquello que lo hacía único. Aquello que lo hacía tirar hacia delante, con una determinación clara en que los proyectos no se quedasen en proyectos. En que nada salido de su cabeza fuese una mierda. Aquello que le hacía creer que el esfuerzo no sirve para nada, que el genio aparece solo. Aquello que iba a hacer que conmocionase al mundo. Aquello que fue perdiendo progresivamente mientras el resto ascendían ante sus ojos cegados por un exceso de confianza propia. Uno se da cuenta de que sólo es feliz cuando admira, porque es incapaz de hacer otra cosa. Es incapaz de admirarse, y mucho menos de ser admirado (ni falta que hace). Uno se da cuenta de que sólo es feliz cuando está en una sala oscura con una pantalla ante sus ojos, proyectando lo que nunca vivió, lo que nunca hizo, lo que nunca salió de su cabeza. Proyectando genio. Inyectando en sus retinas ganas de seguir viviendo, de seguir devorando arte. De seguir emocionándose. De seguir sintiendo que todo, al fin y al cabo, tiene algún sentido. Inyectando esperanza.
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